Las vacaciones suponen una gran desconexión con la rutina laboral y con la mayoría de las obligaciones y presiones a las que estamos sometidos en nuestro día a día. Cuando estamos de vacaciones cambia el tipo de contingencias a las que nos vemos expuestos: No hay tanta presión y obligaciones a la hora de hacer las cosas, no estamos limitados por los horarios… Nuestro día a día se torna más flexible, podemos realizar aquellas actividades que no podemos realizar de manera habitual y que nos resultan gratificantes, podemos reducir nuestro nivel de actividad e incluso podemos cambiar totalmente de contexto estimular yéndonos de viaje. En vacaciones el cambio respecto a la rutina diaria es evidente y se nota aún más cuanto mayor sea el nivel de presión al que nos veamos habitualmente sometidos. En estas circunstancias en que la rutina se ha visto alterada y sustituida por unas circunstancias más placenteras en todos los sentidos (flexibilidad horaria, ausencia de presiones y obligaciones, disfrute de situaciones agradables, realización de actividades gratificantes, eliminación de la estimulación negativa como las presiones del trabajo y de los horarios), como ocurre estando de vacaciones, es comprensible que el retorno a la rutina y al trabajo suponga un duro cambio que genere malestar a la persona, exigiendo un esfuerzo de readaptación por su parte.
La forma en que se manifiesta este proceso de adaptación a nivel físico, emocional y comportamental es a lo que se ha llamado “Síndrome Postvacacional” y es producto del choque que supone la vuelta a la rutina.
¿Qué es el Síndrome Postvacacional?
La vuelta de vacaciones después de haber desconectado de la rutina y de las contingencias que rigen nuestro día a día exige, como venimos diciendo, un proceso de readaptación. A veces el cambio entre estar de vacaciones y volver a la actividad cotidiana es muy grande, generando en la persona un conjunto de respuestas tanto físicas (tensión y dolor muscular, molestias estomacales, alteración del sueño y del hambre, taquicardia, fatiga…) como emocionales y comportamentales (tristeza, desgana, inactividad, apatía, ganas de llorar, problemas de concentración, inquietud, irritabilidad…), que configuran el denominado “Síndrome Postvacacional”. Un Síndrome es un conjunto de síntomas que frecuentemente aparecen juntos. En el caso del Síndrome Postvacacional, la etiqueta le fue asignada hace años tras constatar que un amplio conjunto de personas experimentaban síntomas similares al volver de vacaciones y tener que reincorporarse a las obligaciones de la vida diaria. No obstante, es importante aclarar que aunque estos síntomas puedan ser bastante similares entre una persona y otra y que aparezcan de manera conjunta, la manifestación del síndrome es específica de cada persona y el hecho de que se experimente no quiere decir que la persona esté sufriendo una patología con entidad clínica real. Es decir, no se trata de una enfermedad que a la persona le sobrevenga en el momento en que debe reincorporarse al trabajo, sino que el síndrome responde más bien a los efectos que todo proceso de adaptación tiene a nivel físico, emocional y motor (depende de las circunstancias del contexto).
Por sus síntomas (bajo estado anímico, ganas de llorar, pensamientos negativos sobre el trabajo, la rutina y las obligaciones, falta de ganas de hacer cosas…) muchas veces ha sido asemejado con la “Depresión”, llagándose a considerar como un subtipo de la misma (“Depresión Postvacacional”). Esto no es más que un ejemplo de la tendencia habitual de convertir en patología aquellos problemas que forman parte de la vida cotidiana. Todas las personas en muchos momentos de la vida pasamos por situaciones más o menos negativas a las que debemos adaptarnos. Esta adaptación no siempre es fácil y puede manifestarse a nivel físico y psicológico, pero en general, dichas repercusiones son pasajeras y una vez realizada la adaptación la vida sigue de manera habitual. En el caso de que la persona no sepa realizar adecuadamente dicho proceso de adaptación y el malestar se prolongue de manera excesiva o adquiera una intensidad injustificada, es cuando puede generarse un problema psicológico que tal vez requiera ayuda profesional. No obstante, ni lo que llamamos “Depresión” ni el “Síndrome Postvacacional” responden a la definición de enfermedad, puesto que no están causadas por ningún agente patógeno que genere alteraciones en el organismo que se manifiesten a través de síntomas externos. En el caso de la Depresión, el Síndrome Postvacacional y otros muchos síndromes y trastornos, se tratan, pese a la etiqueta que se les pone, de conjuntos de manifestaciones conductuales (actuaciones, emociones, pensamientos y respuestas fisiológicas) que se han resumido a través de dichas etiquetas que nos ayudan a entendernos y a hablar de manera rápida y resumida sin tener que especificar todos los síntomas. Se trataría por tanto de entelequias o “constructos” que no tienen una existencia real, sino que sólo pueden inferirse a partir de la conducta de la persona que lo sufre. Es decir, ni la depresión ni el S. Postvacacional (por poner un ejemplo) encuentran su causa en el interior de la persona (no hay ningún desarreglo interno ni ninguna alteración ubicada en algún lugar del cuerpo como podría ser el cerebro), sino que son las circunstancias externas (ej. el hecho de tener que readaptarse a la rutina en el caso del “S. P”) las que provocan esos cambios en la conducta de la persona haciendo que se muestre triste, llore con frecuencia, tenga pensamientos negativos sobre la vuelta al trabajo, se encuentre irritable y desganado… Es el hecho de observar todas estas conductas y alteraciones en nosotros mismos o en los demás lo que permite decir que tiene “Depresión” o el “S.P”.
Según todo lo anterior hablaríamos de “Síndrome Postvacacional” cuando observamos en nosotros o en otra persona algunos de los síntomas antes mencionados y cuando estos aparecen como resultado del proceso de readaptación a la rutina (y no en otro momento). Si estos síntomas aparecieran en condiciones diferentes, pese a ser similares, no podríamos hablar de “S.P”.
Síndrome Postvacacional ¿Realidad o Ficción?
Sin embargo, cuando decimos que el “S.P” no responde a un cuadro clínico con causa física real no quiere decir que los síntomas que lo conforman no sean reales ni causen malestar a la persona. Se trata de síntomas reales, pero hay que destacar que todos estos síntomas responden y son consecuencia del proceso de adaptación que la persona debe realizar para reincorporarse a los condicionantes que rigen la rutina (que son diferentes a los que han regido la vida durante el período vacacional) y en este sentido sería normal experimentar algunos de estos síntomas.
Es normal experimentar cierta tristeza o melancolía al acabar las vacaciones y tener que volver al trabajo, así como no tener ganas de ir ni de retomar las obligaciones. Todo esto puede además manifestarse con cierta irritabilidad, generar problemas para dormir, falta de apetito y consecuencias físicas como molestias digestivas, tensión muscular… La intensidad con la que se manifiesten y el tiempo que se prolonguen determinará el que se trate de un proceso de adaptación normal o se convierta en un problema más serio. Por lo general muchas personas experimentan estos síntomas (según la empresa de trabajo temporal Randstad, en España habría un 56% de trabajadores que dicen experimentarlo) al volver de vacaciones y a medida que se readaptan de nuevo a la rutina van desapareciendo en el transcurso de una o dos semanas (que es el período habitual).
Existen ciertos factores que podrían influir en la intensidad con que el problema se manifiesta, así como en su duración, como podría ser el tipo de vacaciones que hayamos tenido (cuanto más inactivos hayamos estado, más puede costarnos retomar la actividad porque mayor será el choque entre las condiciones estimulares “vacacionales” y “laborales), el tipo de trabajo que tengamos (cuanto más estresante sea éste o a mayor presión estemos sometidos, más costará la vuelta, cuanto más demanda intelectual y de concentración exija la actividad, más costará readaptarse tras haber estado inactivos), el ambiente laboral (cuanto más negativo y estresante sea éste, más costará volver).
¿Qué podemos hacer para superarlo o prevenirlo?
Existen algunas pautas que nos pueden ayudar a hacer el retorno y la adaptación al trabajo más fácil:
· Tratar de ponerse al día de lo ocurrido en el trabajo durante la ausencia unos días antes de volver (a través de una llamada telefónica o de una reunión informal)
· Planificar las tareas pendientes por orden de prioridad y de dificultad para tener claro qué es lo que tenemos que hacer e ir dando pasos para conseguirlo.
· En la medida en que sea posible ir abordando las tareas de mayor a menor grado de responsabilidad y dificultad para que el rendimiento se vaya incrementando de manera gradual.
· Tratar de mantener una actitud positiva ante el retorno y la vuelta a la tarea. Desechar los pensamientos negativos pues influirán en nuestro humor y en nuestro estado anímico.
· Volver de vacaciones unos días antes de la vuelta al trabajo para ir adaptándose al contexto habitual (lo recomendable son unos 2 o 3 días antes).
· Guardar tiempo en el día para realizar alguna actividad que nos resulte gratificante y que ayude a sobrellevar el retorno y a que la desconexión entre el ocio vacacional y la responsabilidad laboral no sea tan grande.
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