sábado, 30 de julio de 2011

I Symposium Nacional De Psicología Clínica y de la Salud con Niños Y Adolescentes- Elche, 17 Y 18 de Noviembre

El jueves 17 y el viernes 18 de noviembre se celebrará en en la Universidad Miguel Hernández de Elche el I Symposium Nacional de Psicología Clínica y de la Salud con Niños y Adolescentes. El symposium está organizado por el Grupo de Investigación Análisis, Intervención y Terapia Aplicada con Niños y Adolescentes (AITANA Investigación) junto con la Universidad Miguel Hernández de Elche, bajo el lema “Tratamientos eficaces en terapia psicológica infanto-juvenil”.
En esta primera edición, los organizadores se pretenden dos objetivos de abordaje:
1)    Mostrar ejemplos de intervenciones psicológicas empíricamente validadas y con respaldo científico en el área infanto-juvenil.

2)    Establecer un espacio para debatir las futuras líneas de investigación y los tratamientos más prometedores en este campo.
Está dirigido a investigadores y profesionales clínicos y contará con la presencia de algunos de los principales especialistas en España en el ámbito de la psicología clínica infantil: Eduard Estivil, Aurora Gavino, Rafael Ballester, Antonio Vallés Arándiga, Xavier Méndez, Carmen Bragado, Josep Toro, José Antonio Carrobles, y José Ramón Fernández Hermida.
El programa puede consultarse en el siguiente link:
http://www.infocoponline.es/pdf/220711Symposium.pdf

Para más información puede consultar la página Web del Symposium:
http://psicologiainfantil.umh.es/
E-mail de la organización:
investigacion_aitana@umh.es
También puede ser de interés la web del equipo de investigación AITANA (Análisis e intervención aplicada con niños y adolescentes):
http://aitanainvestigacion.umh.es/

viernes, 29 de julio de 2011

La patologización de los Problemas Psicológicos: ¿Problema Psicológico o Enfermedad Mental?

Héctor González Pardo y Marino Pérez Álvarez publicaron en 2007 el libro "La invención de los trastornos mentales" (Alianza Editorial) en el que reflexionan sobre la naturaleza de los problemas psicológicos y la tendencia existente por parte de la comunidad médica a concebirlos como enfermedades mentales con causa biológica (desarreglos bioquímicos del cerebro) y por tanto, a tratarlos a través de psicofármacos (siendo coherentes con esa concepción biomédica). Esta concepción de los problemas psicológicos como enfermedades mentales es el modelo asumido por buena parte de los profesionales de la salud y tiene implicaciones en la atención sanitaria que se ofrece.
El modelo de “enfermedad mental” al uso en contextos sanitarios (tanto en Atención Primaria como en Salud Mental) da a entender que los problemas psicológicos (psiquiátricos o mentales) son "enfermedades como otra cualquiera". Este modelo se basa en dos premisas:
1.       Definir el problema presentado por la persona a través de un listado de síntomas.
2.       Suponer que el problema deriva o es causado por un desequilibrio neuroquímico.
Ninguna de estas asunciones es del todo correcta, o al menos así de simple:

Respecto al primer punto, la definición del problema a través de un listado de síntomas viene facilitada por los manuales diagnósticos establecidos: el DSM o la CIE, que funcionan como sistemas de clasificación de las enfermedades físicas y de los problemas psicológicos y que son utilizados por la comunidad científica y para los profesionales de la salud en el ámbito internacional. Estos manuales enumeran una serie de conductas o “síntomas” que podrían aparecer de manera más o menos característica si se dan determinados problemas psicológicos y el clínico en cuestión (médico, psiquiatra o psicólogo) deberá determinar cuáles cumple la persona y cuáles no, y si se dan los criterios mínimos para dar diagnosticar un determinado “Trastorno Mental” o una enfermedad. Desde esta perspectiva con tal de reunir 5-6 síntomas de una serie de 10 ó 12, uno poseería un diagnóstico formal (depresión, ansiedad, trastorno de pánico, fobia social, etcétera). No obstante, los síntomas que cumpliría una persona con el diagnóstico de depresión, podrían ser diferentes a los que cumple otra y sin embargo, ambos recibirían la misma etiqueta diagnóstica y el mismo tratamiento farmacológico (en este caso antidepresivos).
La entrevista diagnóstica que hace el médico de Atención Primaria o el psiquiatra es, bajo esta perspectiva y como describe Marino Pérez, (2008) “un puzzle en el que el paciente tiene las piezas y el clínico trata de encajarlas en un cuadro, escogiendo unas y dejando fuera otras. Una vez resuelto dicho puzzle (diagnóstico), lo siguiente es la prescripción del psicofármaco de turno”.
Con esta manera de conceptualizar los problemas psicológicos que tiene el modelo médico, el problema no sólo queda reducido a una lista de síntomas (un síndrome), sino que es despojado de su sentido psicológico (de las circunstancias de vida y del contexto biográfico, personal y ambiental en el que la persona interactúa) que es lo que proporciona la clave para entender cómo se ha generado ese problema  y por qué se mantiene.

Respecto al punto dos, el presuponer un desarreglo neuroquímico como base del problema justifica la derivación de un tratamiento farmacológico y hace necesaria la asignación de un diagnóstico que permita prescribir el fármaco más adecuado (si se trata de un problema de ansiedad, se prescribirá un ansiolítico y si se trata de una depresión, un antidepresivo). Una vez hecho el diagnóstico y prescrito el fármaco, lo siguiente será modificar la dosis en función de la evolución de los síntomas. El problema con el que nos encontramos es que los problemas que presentan las personas no son ni tan puros ni tan sencillos como para ser solucionados por una pastilla.
En lugar de “escuchar a la persona” y entender cuál es la causa real de su malestar y de su problema psicológico se opta por lo que Marino Pérez ha denominado "escuchar al fármaco" (atender a los efectos que causa la medicación en la conducta del paciente para valorar la intervención, sin atender a si se ha dado alguna modificación en sus circunstancias vitales o en sus habilidades de afrontamiento). Aunque, como Marino Pérez señala “Ciertamente, no habría por qué perder mucho tiempo escuchando a la persona si, como se supone, su trastorno deriva de un desequilibrio neuroquímico”. Como vemos, es toda la lógica del sistema, empezando por el modo de conceptualizar el problema y continuando por el modo de intervenirlo, la que está errada.
La investigación psicopatológica no ha logrado establecer con base suficiente ningún desequilibrio neuroquímico específico en relación con ningún trastorno mental y menos, ha podido probar que los desequilibrios neuroquímicos sean causa de los problemas psicológicos o los trastornos mentales o sólo correlacionen con estos. Estos desequilibrios son más una suposición del modelo psicofarmacológico que algo evidenciado por datos y parecen que tienen que ver más con dispositivos del marketing farmacéutico que con hallazgos científicos reales. De hecho, hay muchas investigaciones que aportan pruebas de la escasa eficacia de los psicofármacos para la eliminación de los problemas psicológicos.

En su libro "La invención de los trastornos mentales" (2007), Héctor González Pardo y Marino Pérez Álvarez trataban varios puntos relevantes relacionados con lo anterior:
1.       Se alertaba de la creciente aparición en las últimas décadas de nuevos tipos de trastornos mentales y de la mayor incidencia de los ya conocidos.

2.       Se denunciaba que la psicopatologización tiene mucho que ver con intereses comerciales de la industria psicofarmacéutica.

3.       Se hacía una reconceptualización de los problemas psicológicos en otros términos diferentes a los que caracterizan al modelo médico imperante, enfatizando que éstos, lejos de ser supuestas entidades naturales de base biológica (como podría ser la diabetes, que responde a una alteración hormonal o la gripe que es causada por un virus), serían entidades creadas por la comunidad científica y por la sociedad. Es decir, serían etiquetas que engloban un conjunto de “síntomas” o comportamientos y que permiten a todos entendernos. De esta manera, de igual modo que cuando alguien dice tener diabetes, entendemos que tiene un problema en el metabolismo de la glucosa o que cuando alguien tiene gripe podemos inferir que tiene una serie de síntomas prototípicos causados por un virus, cuando alguien dice que tiene depresión, podemos inferir que alude a un estado anímico bajo. No obstante, el modo en que este estado anímico bajo se concreta en cada persona (el tipo de pensamiento que tiene y el tipo de comportamientos o cosas que hace o que ha dejado de hacer), es diferente en cada persona, por lo que esa etiqueta al final dice poco acerca de cómo debe ser abordado el problema y menos acerca de las circunstancias vitales que han generado esa “depresión”. Desde este planteamiento, el diagnóstico o etiqueta propuesta no derivaría en la prescripción de un fármaco prefijado (ej. depresión à antidepresivos), sino que requeriría de un estudio pormenorizado de las características de la problemática en cada persona, independientemente de que para entendernos, podamos utilizar la etiqueta de “Depresión”, “Ansiedad” o cualquiera que sea.

4.       Se defiende que los problemas psicológicos dependen más de las circunstancias de la vida que de los desequilibrios de la neuroquímica que se les atribuye. No obstante, los autores aclaran en su libro que el hecho de que sean entidades construidas socialmente (es decir, etiquetas creadas para resumir un conjunto de comportamientos o “síntomas”) no priva a los trastornos o problemas psicológicos de entidad real. Es decir, el hecho de que sean problemas de carácter psicológico, sin una clara base biológica o bioquímica demostrada, no le quita realidad ni importancia al asunto. Un problema psicológico que genera malestar y reduce la calidad de vida de la persona que lo sufre no deja de ser menos relevante ni menos problemático que el de la persona que sufre una diabetes y que tiene que adaptar su vida para convivir con esta problemática y darle respuesta. No obstante, los autores destacan que el carácter de realidad del problema psicológico seria de otro orden diferente al de la biología y al de la bioquímica del cerebro: Sería del orden de la vida y de las circunstancias personales. Dependería de cómo esa persona se desenvuelve y se enfrenta a sus circunstancias vitales y no de que “de repente” le sobrevenga sin más una alteración neuroquímica, que previamente no tenía.
Al establecer la causa del trastorno psicológico en un desarreglo neuroquímico se favorece el que la persona con un trastorno mental sea vista como víctima de factores biológicos que escapan a su control y, consecuentemente, no serían culpables de su problema. El culpable sería el cerebro y una genética negativa. Esto puede pensarse que reduce el estigma generado a las personas que reciben el diagnóstico de una enfermedad mental o de un problema psicológico. No obstante, hay datos que muestran que el hecho de atribuir una causa biológica e incontrolable a los problemas psicológicos en lugar de ejercer un efecto positivo, tiene efectos muy negativos:
1.       La noción de enfermedad, lejos de evitar el estigma es, en realidad, estigmatizante. Estudios (Read, Haslam, Sayce y Davies, 2006; Van Dorn, Swanson, Elbogen y Swartz, 2005) han demostrado que las personas con supuestas enfermedades mentales son tratadas con distancia y consideradas como imprevisibles y poco fiables, incluso por los familiares y los propios clínicos.

2.       Cuando al paciente se le da a entender que el trastorno tiene causas biológicas, considera que el tratamiento requerido llevará más tiempo, es más pesimistas acerca de la mejoría y adopta un papel más pasivo ante los clínicos y su propio problema que si se le da a entender que tiene causas psicológicas (Lam y Salkovskis, 2007).

3.       Las personas con problemas caracterizados en términos de enfermedad son tratadas con más dureza que si lo hacen en términos psicológicos, como se ha visto en estudios experimentales, siguiendo el paradigma de Milgran. Los participantes llegaban a aplicar supuestamente shocks más fuertes en una tarea de aprendizaje a los "aprendices" que, según se había sugerido, habrían padecido una "enfermedad mental", que a los que habían tenido "dificultades psicológicas" o nada en especial (Metha y Farina, 1997).
Como conclusión “la política de que los trastornos psicológicos son como cualquier otra enfermedad no sólo no ha evitado el estigma sino que lo ha aumentado en varias dimensiones más. Por el contrario, la presentación de los problemas psicológicos como lo que son (problemas, dificultades, crisis) no es estigmatizante y es a la vez política y científicamente correcta, en palabras de Marino Pérez  (2008).

Una conceptualización de los problemas psicológicos alternativa a la noción de enfermedad
La conclusión a la que pretendemos llegar de todo esto es que los trastornos psicológicos no son enfermedades como otra cualquiera, en tanto en cuanto no tienen una base o causa orgánica o biológica como lo pueden tener el resto de las enfermedades físicas. Los trastornos psicológicos tienen, como su nombre indica, causa psicológica. En este sentido, como defiende Marino Pérez (1008) “la interpretación y explicación cultural y clínica que se dé a la depresión y a la ansiedad(por ejemplo) influye en su realidad, convirtiéndola, por ejemplo, en una enfermedad vivida como otra cualquiera (pero no porque lo sea realmente) o en un problema de la vida del que la propia persona sería un agente activo en su solución, y no necesariamente el paciente pasivo de un presunto desequilibrio neuroquímico”.

El papel de la Terapia Psicológica frente a los Psicofármacos:
Las terapias psicológicas tienen su base en la conceptualización de los problemas psicológicos como problemas que emergen de una interacción inadecuada de la persona con su entorno, de forma que dicho modo de interactuar genera malestar y da lugar a una serie de comportamientos que nos permiten hablar de que existe un problema psicológico.  El modo de intervenir desde el modelo psicológico a través de la terapia consisten en: 1) Analizar las características del problema (sin importar tanto si se llega a cumplir algún criterio diagnóstico o no, puesto que se entiende que cualquier conducta que genere malestar a la persona es lo suficientemente relevante para ser intervenida y modificada) y 2) Ayudar a la persona no sólo a entender su problema, sino también a desarrollar las habilidades necesarias para solucionarlo. Esto capacita a la persona para resolver el problema actual y le permite adquirir una serie de aprendizajes que le ayudarán a prevenir problemas futuros.  En lugar de quedar a expensas de una medicación a menudo crónica, le capacita para resolver y afrontar por sí mismo los problemas que le depara la vida. En lugar de funcionar como parche para unos síntomas, la terapia psicológica resuelve el problema de raíz, interviniendo en las conductas problema y en las variables ambientales que son causantes de las mismas.
Para terminar, dejo planteada una pregunta que ya planteó Marino Pérez y que es digna de reflexión: “la pregunta sería qué es lo que quiere la sociedad: ¿pacientes consumidores de psicofármacos, por no decir drogodependientes del Sistema Sanitario; o personas usuarias de servicios psicológicos que les ayuden a solucionar sus problemas, dificultades o crisis?”.
Referencias:
González Pardo, H. y Pérez Álvarez, M. (2007). La invención de trastornos psicológicos. ¿Escuchando al fármaco o al paciente? Alianza Editorial.
Hacking, I. (2001). ¿La construcción social de qué? Paidós.
Haslam, N, (2006). Dehumanization: an integrative review. Personality and Social Psychology Review, 10, 252-264.
Lam, D. C. K. y Salkovskis, P. M. (2007). An experimental investigation of the impact of biological and psycological causal explanations on anxious and depressed patients’ perception of person with panic disorder. Behaviour Research and Therapy, 45, 405-411.
Metha, S. y Farina, A. (1997). Is being ‘sick’ really better? Effect of the disease view of mental disorder on stigma. Journal of Social and Clinical Psychology, 16, 405-419.
Read, J., Haslam, N., Sayce, y Davies, E. (2006). Prejudice and schizophrenia: a review of the ‘mental illness is a illness like any other’ approach. Acta Psychiatrica Scandinavica, 114, 303-318.
Van Dorn, R. A, Swanson, J. W., Elbogen, E. B. y Swartz, M. S. (2005). A comparison of stigmatizing attitudes toward persons with schizophrenia in four stakeholder groups: perceived likelihood of violence and desire for social distance. Psychiatry, 68, 152-163.



Conclusiones del Pacto Europeo para la Salud y el Bienestar Mental: Resultados y actuación futura

Desde 2008, momento en que el Consejo Europeo adoptó el Pacto Europeo por la Salud y el Bienestar Mental, la Comisión Europea ha venido realizando en el transcurso de estos años una serie de conferencias temáticas sobre cada una de las cinco áreas de acción que se consideraron prioritarias:
1)    El fomento de la salud y el bienestar mental de niños y jóvenes
2)    La prevención de la depresión y del suicidio
3)    El fomento Salud y bienestar mental en las personas mayores
4)    El fomento de la inclusión social y la lucha contra la estigmatización para mejorar la salud y el bienestar mental
5)    El fomento de la salud y el bienestar mental en el entorno laboral
Todas estas conferencias han tenido como objetivo llegar a unas conclusiones que pudieran derivar en la mejora de la atención a la Salud Mental, haciendo de las medidas consensuadas una realidad en el marco europeo. En este momento, tras la finalización del ciclo completo de conferencias, la Comisión Europea ha elaborado un documento (Conclusiones del Consejo: El Pacto Europeo para la Salud y el Bienestar Mental: Resultados y actuación futura; 6 de junio de 2011), donde se insta a los Estados miembros a que den prioridad a la salud y al bienestar mental de los ciudadanos en sus políticas sanitarias y a que elaboren estrategias y planes de acción que fomenten tanto la prevención como los hábitos de vida saludables en el terreno de la salud mental.
Este documento se redacta tras la comprobación de la gran magnitud y las graves repercusiones que suponen hoy en día las enfermedades mentales. En él, el Consejo Europeo reconoce explícitamente la importancia de seguir adoptando medidas para mejorar la salud mental de los europeos, en base a los siguientes datos:
·     Los trastornos mentales suponen una de las principales causas de discapacidad en Europa

·     Suponen un gasto económico nada despreciable en lo que se refiere a: menor productividad para las empresas, menor participación en el empleo, aumento del gasto familiar, social y sanitario, etc.

·     La prevalencia de estos problemas es muy elevada (afectan a uno de cada cuatro ciudadanos al menos una vez en la vida).
En cuanto a la intervención, el documento insiste en:
·     El importante papel desempeñado por los denominados “entornos estratégicos”: Todos aquellos entornos que son susceptibles de poner en marcha las mencionadas medidas de prevención e intervención temprana, como podrían ser los lugares de trabajo y los centros educativos.

·     La necesidad de mejorar las infraestructuras creadas para atender la salud mental.

·     La necesidad de fomentar modelos de tratamiento y atención basados en la comunidad y en la participación social (versus el aislamiento)
Para el logro de estos objetivos se hacen las siguientes peticiones a los países miembros:
1)    Tomar medidas que conduzcan a una mayor participación de los sectores sanitario y social, en conjunción con el lugar de trabajo, con vista a apoyar y complementar, cuando proceda, los programas dirigidos a mejorar el bienestar y la salud mental.

2)    Prestar apoyo a las actividades (por ejemplo, los programas de formación) que permitan a los profesionales y responsables de la atención en el ámbito sanitario, social y laboral, abordar las cuestiones relativas al bienestar mental y a la enfermedad mental.

3)    Reforzar el fomento de la salud mental de los niños y jóvenes respaldando las capacidades educativas de los padres, los enfoques escolares encaminados a reducir el acoso escolar y a incrementar las competencias sociales y emocionales, así como prestar apoyo a las familias en las que uno de los padres padece un trastorno mental.

Parece que el Consejo Europeo tiene claro que la acción sobre la Salud y el Bienestar Mental debe ser común y por ello, una de las conclusiones más relevantes de este documento es la de establecer, en el marco del Programa de Salud Pública de la UE de aquí al 2013, una plataforma para el intercambio de opiniones, la cooperación y la coordinación entre los Estados miembros, cuyo objetivo será definir los mejores enfoques de actuación y las mejores prácticas basadas en la evidencia científica y analizar las posibilidades de actuación en el ámbito de la salud mental.

Se puede consultar más información en:

http://eur-lex.europa.eu/LexUriServ/LexUriServ.do?uri=OJ:C:2011:202:0001:0003:ES:PDF
Referencias:

jueves, 28 de julio de 2011

Celebración del XII Congreso Europeo de Psicología de la EFPA (4-8 julio)

Del 4 al 8 de julio se ha celebrado en Estambul (Turquía) el XII Congreso Europeo de Psicología, organizado por  La Federación Europea de Asociaciones de Psicólogos (European Federation of Psychologists’ Associations - EFPA).
Este congreso ha contado con la participación de 2.324 personas de 71 países, que tuvieron la posibilidad de asistir a un amplio programa científico compuesto por 760 presentaciones orales, 61 simposiums, 24 simposium invitados, 14 mesas redondas, 9 talleres y 1.800 posters, entre los que se encontraba el presentado por nuestro equipo de investigación: “Development of an IAT of Risk Propensity Measure: Exploring its Reliability and Predictive Validity” (Javier Horcajo, Víctor Rubio, María Oliva Márquez, José Manuel Hernández y Miriam Rocha. *Ver datos al final)

En este poster se pretendía mostrar los últimos hallazgos de nuestro equipo de investigación en relación a la evaluación de la tendencia a emitir comportamientos de riesgo. Se entiende que la tendencia al riesgo se distribuye de manera “normal” en la población,  habiendo personas que, al margen de las características de la situación específica, tendrían una mayor probabilidad que otras para emitir conductas de riesgo. Estas diferencias entre unas personas y otras son cuestión de grado.
Desde siempre la tendencia a emitir conductas de riesgo y la actitud hacia éste ha sido medida a través de instrumentos de Autoinforme (cuestionarios y escalas),  con las consiguientes limitaciones que ello tiene (diferencias individuales en la capacidad de introspección, sesgos de deseabilidad social, aquiescencia o falsificación de las respuestas…). Con el fin de tratar de mejorar la evaluación de la tendencia a emitir conductas de riesgo y de superar las limitaciones de los instrumentos tradicionales, la presente investigación se propuso confeccionar y poner a prueba un nuevo instrumento, aunque complementario a los ya existentes para evaluar dicha tendencia comportamental: El Test de Asociación Implícita de la propensión al riesgo (IAT-RP).
El diseño general del IAT fue adaptado con el objetivo de medir el grado en que el Yo (la propia persona) se asociaba con las categorías de seguridad o riesgo, mostrándose una adecuada consistencia interna y fiabilidad temporal (a través de un test-retest), así como correlaciones significativas entre el instrumento y las respuestas en las escalas de medida de tendencia al riesgo.
El congreso tuvo una gran afluencia española, ocupando nuestro país el segundo puesto en número de asistentes. Este dato es halagüeño, ya que pone de manifiesto el desarrollo científico y profesional de la Psicología española en el contexto mundial.
El evento contó con la presencia de psicólogos de enorme prestigio a nivel internacional, como Philip G. Zimbardo (Universidad de Standford), Paul M. G. Emmelkamp (Universidad de Ámsterdam), Robert Roe (presidente de la EFPA y profesor en la Universidad de Maastricht) y Rainer K. Silbereisen (presidente de la IUPsyS y profesor en la Universidad de Jena en Alemania), entre otros.
Durante el congreso se entregaron varios premios oficiales:
-        El Premio Wilhelm Wundt - William James 2011, al psicólogo Arne Öhman.
-        El Premio Aristóteles 2011 a Marinus van Ijzendoorn
-        Los Premios Comenius Early Career Psychologist, a los jóvenes investigadores Emily Holmes y Koen Luyckx.

* Proyecto de Investigación: “Diferencias individuales en la tendencia al riesgo según el nivel de habilidad”, Investigador principal: Víctor Rubio Franco. Departamento de Psicología Biológica y de la Salud de la Universidad Autónoma de Madrid.
Datos de contacto: e-mail: victor.rubio@uam.es. http://www.uam.es/proyectosinv/psimasd/
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martes, 26 de julio de 2011

Los padres como coterapeutas en la intervención con sus hijos: “Entrenamiento de Padres”

En ocasiones, cuando el problema psicológico se presenta en niños de corta edad o incluso en adolescentes que se niegan a acudir a terapia, la intervención debe realizarse a través de los padres. En estos casos, son estos los que acuden a terapia buscando resolver los problemas de conducta de sus hijos y son estos los que se convertirán en los principales agentes del cambio a través de la aplicación de las pautas entrenadas en sesión por parte del terapeuta.
Si bien es cierto que no intervenimos directamente sobre el sujeto que despliega la conducta problema, en tanto en cuanto se pueda intervenir a través de los padres (principales controladores de muchas de las contingencias que rigen la conducta de sus hijos) en aquellas variables que mantienen tales conductas, esta intervención tendrá efectos sobre las conductas del niño o adolescente que estén bajo control de esas variables.


Algunos de los argumentos que se han utilizado para abalar la utilidad y la relevancia de incorporar a la terapia psicológica el “Entrenamiento de Padres” (usar a los padres como coterapeutas fuera de la consulta) han sido los siguientes:

1.       En muchas ocasiones no es posible intervenir directamente con el niño o adolescente, bien por su corta edad, bien por su reticencia a acudir a tratamiento.
2.       Los padres tienen el derecho y la obligación de educar a los hijos dotándoles de la mayor competencia posible para promover su propia salud, prevenir y/o resolver problemas de conducta y facilitar su adaptación al contexto social.
3.       Constatación a través de diferentes revisiones y estudios de investigación sobre el tratamiento de los problemas de conducta infantil muestra reiteradamente el “Entrenamiento de Padres” como una de las herramientas con mayor eficacia en lo que a éste área se refiere.
Entre los motivos que explican la eficacia conseguida por las intervenciones a través de los padres se encuentran los siguientes:
1.       Dado que la mayoría de los problemas que presentan los niños se presentan generalmente en situaciones muy específicas, cabría esperar que la intervención más rentable sería aquella que pueda prevenir o modificar las conductas problema en el contexto-espacio temporal en el que se produce y promover hábitos y comportamientos más saludables en esos mismos contextos.
2.       Puesto que la intervención más efectiva es aquella que se produce de manera inmediata a la conducta problema, cabría esperar que el cambio conductual se produzca más rápidamente en el contexto natural en el que están presentes las variables que controlan y mantienen la aparición de la conducta problema.
3.       Los padres, en su interacción cotidiana con sus hijos, son los que con mayor probabilidad, aún sin hacerlo a propósito, han generado o están manteniendo muchos de los comportamientos problemáticos de sus hijos, jugando aquí un papel muy relevante la información/desinformación de estos sobre muchas nociones del desarrollo, la educación y el aprendizaje de los hijos, sus creencias, sus habilidades educativas, su estado psicológico…
Ser padre es una tarea muy compleja para la que no se nace sabiendo. Las carencias o los excesos que presentan muchos padres en sus repertorios básicos de conducta constituyen uno de los principales elementos responsables de la génesis y el mantenimiento de los problemas de conducta de sus hijos durante la infancia y la adolescencia (si bien es cierto que pueden existir otras fuentes de influencia, y cada vez más a medida que el niño se hace mayor). Puesto que además los padres son los principales controladores de muchas de las contingencias que rigen las conductas de sus hijos (controlan castigos y reforzadores muy potentes para estos), un entrenamiento en el modo adecuado de hacer uso de dichos recursos y de manejar de manera más adecuada las contingencias en aras de promover conductas adecuadas y prevenir o eliminar conductas inadecuadas en sus hijos, es de gran relevancia y potencia clínica. Además estos entrenamientos dotan a los padres de unos conocimientos y recursos que podrán ser aplicados en adelante para el control y el manejo de gran cantidad de comportamientos de sus hijos y de situaciones familiares. Es decir, esta herramienta clínica, no sólo encuentra utilidad en el momento en que los padres acuden a sesión por un determinado problema, sino que tienen además un carácter preventivo, en tanto en cuanto permite a los padres adquirir e incorporar en su repertorio comportamientos y conocimientos más adecuados que podrán aplicar en cualquier momento:
·         Nociones ajustadas sobre aspectos relativos al desarrollo
·         Nociones básicas sobre modificación de conducta y control de contingencias: uso eficaz del reforzamiento y el castigo, uso del modelado y el moldeamiento…
·         Habilidades de comunicación
·         Habilidades de resolución de problemas
·         Habilidades para el manejo adecuado de la disciplina y el establecimiento de límites
Los objetivos de cualquier programa de Entrenamiento de Padres son:
1)      Introducir cambios en aquellos aspectos del contexto que favorecen el inicio de la conducta problema.
2)      Resolver aquellas dificultades que afectan al buen desarrollo y a la correcta adaptación del niño.
3)      Dotar de habilidades a los sujetos generando o incrementando sus recursos teóricos y técnicos con el fin de capacitarlos para prevenir y tratar de forma adecuada el mayor número posible de conductas y situaciones problemáticas. Esto implica que aprendan a controlar/modificar tanto la conducta de sus hijos, como sus propias reacciones.
Estos programas favorecen así mismo el aumento de compromiso y responsabilidad por parte de los padres en las tareas de educación y en el desarrollo de sus hijos, así como aumentan el grado de conciencia sobre la gran dificultad que entraña la tarea de ser un buen padre/madre. En estos programas, los terapeutas, más que resolver por sí mismos los problemas que presenta un niño, entrenan a los padres a que sean ellos mismos los que manejen estos problemas, enseñándoles a desarrollar de manera más adecuada su papel de padres, basándose en el supuesto de que aquellos padres que conozcan los principios de aprendizaje y que sean capaces de modificar con éxito alguna conducta de sus hijos, también serán capaces de generalizar esos aprendizajes y diseñar por sí mismos programas eficaces para modificar las conductas problemáticas que puedan aparecer en el futuro.

Referencia:
Olivares, J., Méndez, F.X., Ros, M.C. (2009): El entrenamiento de padres en contextos clínicos y de la salud. En V. E. Caballo y M. A. Simón (dirs.). Manual de psicología infantil y del adolescente. Trastornos específicos. Madrid. Pirámide.
Olivares, J. y Méndez F.X (1997): El entrenamiento de padres en contextos clínicos y de la salud en España. Psicología Conductual, 5 (2), monográfico.
McMahon, R. J (1991): Entrenamiento de padres. En V. E. Caballo (dir.). Manual de Técnicas de Terapia y Modificación de Conducta. Mdrid. Siglo XXI.

domingo, 24 de julio de 2011

Reino Unido como modelo de integración de la Psicología en la Sanidad Pública

En 2008 el Ministro de Sanidad británico, Ivan Lewis, anunciaba la incorporación de los tratamientos psicológicos en los servicios de Atención Primaria del Sistema Nacional de Salud británico, a través de la puesta en marcha del Programa Improving Access To Psychological Therapies (IATP). Este programa perseguía facilitar el acceso de la población general a recibir tratamiento psicológico para disminuir la prevalencia de problemas de salud mental que en ese momento estaban colapsando los servicios de Atención Primaria, de manera directa o indirecta (se ha demostrado que los problemas de muchos pacientes que acuden a consulta por quejas somáticas, dolor crónico, dificultades para dormir, cefaleas, tensión muscular  etc., tienen un problema de depresión o ansiedad asociado).
Con la incorporación de la intervención psicológica a la Atención Primaria, el gobierno del Reino Unido pretendía, no sólo eliminar las barreras de acceso a tratamiento psicológico (que al no estar integrado en la sanidad pública no se encontraba al alcance de todos), sino luchar contra el estigma asociado a la enfermedad mental  y proporcionar un tratamiento más ajustado a una gran variedad de problemáticas comunes en la Atención Primaria para las que los tratamientos psicológicos han mostrado una alta eficacia y eficiencia y una mayor efectividad que el tratamiento farmacológico convencional.  
La necesidad de realizar esa reforma fue en su momento abalada por un informe realizado en 2006 por el grupo We Need to Talk ("Necesitamos Hablar"), que reunía a diversas organizaciones de salud mental del Reino Unido. Este informe ofrecía datos que señalaban las ventajas económicas y sociales de determinadas terapias psicológicas y remarcaban la necesidad de la población de recibir otro tipo de atención sanitaria menos medicalizada, más humanizada y sobre todo, más ajustada a muchos de los problemas por el que las personas comúnmente acudían a consulta.
Para lograr esa intervención más ajustada se hacía necesaria la incorporación de la Psicología a la Atención Primaria y se requería una reforma en el Sistema Nacional de Salud, donde se entendiera la salud mental como una cuestión de primera necesidad, digna de ser tenida en cuenta en las consultas de Atención Primaria.
En 2008, dos años después de la presentación de este informe, el estado británico, apoyándose en los estudios realizados por prestigiosos equipos de investigación , entre los que se encontraba el Instituto Nacional para la Salud y la Excelencia Clínica (The National Institute for Health and Clinical Excellence; NICE), impulsó finalmente la reforma de su Sistema Nacional de Salud. Estas reformas han tenido hasta el momento un gran éxito y deben considerarse un modelo a seguir y algo a lo que deberíamos aspirar en España. Ya en aquel momento el Ministro de Sanidad británico dijo en relación a las reformas que iba a asumir: “Creo que se trata del avance más importante para los servicios de salud en esta generación".
En 2010 el gobierno de David Cameron, anunció sus planes de continuar invirtiendo en ayudas económicas para el Programa Improving Access To Psychological Therapies (IATP). Teniendo en cuenta que corren tiempos de crisis, la decisión de mantener la inversión en salud mental y en la incorporación de la psicología en la AP es una noticia muy positiva, que vino abalada, como en su día reconoció el Ejecutivo británico por los exitosos resultados que está obteniendo la implantación del Programa  (IATP) y la gran satisfacción manifestada por parte de los usuarios de los servicios de salud de este país”.  Los datos de los estudios fueron publicado en la revista British Journal of Clinical Psychology, (Richards y Suckling, 2009).
El último paso dado en relación a la implantación del Programa IATP fue la publicación el pasado 25 de mayo de 2011 por parte del Instituto Nacional para la Salud y la Excelencia Clínica del Reino Unido (National Institute for Health and Clinical Excellence, NICE) de una Guía sobre los trastornos de salud mental más comunes en la población. Esta guía está dirigida a los profesionales de Atención Primaria y ofrece recomendaciones, avaladas por la evidencia científica, sobre la atención y el tratamiento de adultos que presentan diversos trastornos de salud mental, como depresión, ansiedad generalizada, trastorno de pánico, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno de estrés post-traumático y fobia social.
Puesto que los problemas de depresión y de ansiedad constituyen uno de los principales objetivos de abordaje dentro de estos servicios (siendo el motivo directo de consulta o por estar asociados a otras patologías), se incluye protocolos de evaluación y de intervención, así como se establecen los criterios que deben tenerse en cuenta para la derivación a otros servicios de tratamiento más especializados (consultas de la especialidad de Salud Mental). Un aspecto importante y muy positivo de la Guía es que también dispone de una versión especial para pacientes y cuidadores.
Tal y como se señala en el texto de la guía, la escasa formación en aspectos específicos de salud mental por parte de los profesionales de Atención Primaria (con formación médica), supone una importante barrera para la administración del tratamiento adecuado a las personas afectadas por problemas de salud mental frecuentes. Esto ha venido desde el pasado implicando importantes costes para el sistema sanitario (aumento de las visitas al médico, cronicidad del trastorno, riesgo de recaída, etc.), no sólo en el sistema de salud británico sino en el de la mayoría de los países que no han sabido otorgar a la intervención psicológica el importante papel que juega en lo que a salud se refiere. Entre estos países aún se encuentra España.
La Guía realizada por NICE, hace énfasis en lo esencial de la identificación temprana de los problemas de salud mental subyacentes a cualquier motivo de consulta en AP, así como en la intervención temprana, que minimice el riesgo de complicación de la patología que presenta el paciente.
La Guía puede consultarse y descargarse de manera gratuita desde el siguiente enlace:


Después de esta exposición del panorama de la Sanidad Británica, me gustaría insistir en la importancia de tomar estas iniciativas como modelo al que deberíamos aspirar en aras de mejorar la respuesta a los problemas de SALUD de las personas, entendiendo la salud como una condición física y psicológica global, en la que ambos aspectos juegan un papel igual de prioritario y se repercuten mutuamente. Una adecuada intervención en salud nunca debería dejar al margen la atención/intervención de ninguno de estos dos aspectos, puesto que ambos son igual de primarios.  Bajo esta premisa, la Atención Primaria queda coja cuando no contempla alguno de estos componentes, como es aún el caso de España, en donde todavía no se ha incorporado la atención psicológica en la AP.
Una AP que realmente integre lo físico y lo psicológico debería adaptar el tratamiento a las necesidades de cada caso. Esto supone que cuando el problema sea principalmente de carácter psicológico, el tratamiento de preferencia nunca debería ser de tipo farmacológico (pues este tratamiento responde a un modelo de abordaje médico, convencionalmente ligado a las enfermedades físicas pero no a los problemas psicológicos y que tan sólo podría funcionar como “parche”), sino de carácter psicológico y a la inversa cuando se trate de un problema físico.
Si ya desde la AP (el primer punto de contacto de las personas con el sistema de salud público) se estuviera en condiciones de proporcionar intervención psicológica básica (como es el caso de Reino Unido), podríamos prevenir el desarrollo o agravamiento de muchas problemáticas y como resultado, ahorrar también mucho dinero y prevenir colapsos en las consultas. El problema es que por el momento, la intervención psicológica es contemplada sólo como una especialidad (como sería la cardiología o la ginecología) a la que el médico de AP deriva sólo cuando la problemática es realmente intensa (puesto que las listas de espera son enormes y los servicios de salud mental están saturados). Pero en tanto en cuanto los problemas psicológicos son muy comunes entre la población, y la salud se ve repercutida por ellos, la respuesta a estos problemas debería darse ya desde el primer contacto con la consulta médica (Atención Primaria) en lugar de esperar que el problema sea la suficientemente intenso (y haya generado ya más problemas añadidos) como para optar por una derivación a la especialidad de salud mental (o mejor dicho, a la lista de espera de Salud Mental).
Referencias:
Richards, D.A. y Syckling, R. (2009). Improving access to psychological therapies: Phase IV prospective cohort study. British Journal of Clinical Psychology, 48, 377-396.


miércoles, 20 de julio de 2011

Qué es un Tratamiento Psicológico

Las personas a lo largo de nuestra vida vamos desarrollando comportamientos que nos ayudan a adaptarnos a las demandas que en cada momento plantea nuestro entorno. Estas conductas o habilidades de adaptación son aprendidas; no son innatas, sino que las vamos desarrollando desde que nacemos y a lo largo de la vida en una interacción constante con nuestro entorno. Una vez aprendidas, constituyen nuestra manera de hacer frente a las situaciones que se nos van presentando: Forman nuestro Repertorio Básico de Conductas. Este repertorio de conductas puede ser diferente de una persona a otra, ya que los entornos a los que cada uno nos hemos tenido que adaptar y las influencias a las que nos hemos visto expuestos son diferentes de unos a otros.

En ocasiones, el entorno plantea demandas para las que no disponemos de conductas de afrontamiento adecuadas o ante aquello que se nos plantea, el modo de afrontamiento que adoptamos es inadecuado y a la larga empieza a resultar problemático. En ese momento es cuando pueden aparecer problemas psicológicos.

¿Qué es un Problema Psicológico?
Los Problemas Psicológicos surgen en un intento de adaptación de la persona con su medio que resulta fallido o inadecuado, causándole malestar y problemas en su día a día. Se trata no obstante, de problemas de la Conducta/Comportamiento (problemas desarrollados o “aprendidos” durante el proceso de adaptación a las situaciones vitales) y no de enfermedades. Se deben a que se han desarrollado conductas de afrontamiento inadecuadas o no se han aprendido las adecuadas. En tanto en cuanto son problemas derivados de experiencias de aprendizaje (o ausencia de las mismas), se pueden modificar o eliminar. Eso es lo que hacemos los psicólogos.

¿Qué hace el Psicólogo?
La Psicología es la disciplina que se encarga del estudio del comportamiento y los Psicólogos Clínicos estudiamos los comportamientos problemáticos de las personas para tratar de modificarlos en base a los principios del aprendizaje. Partiendo del supuesto de que tanto la conducta adaptativa (nos ayuda a manejarnos de forma adecuada en nuestro entorno) como la conducta problemática (nos genera malestar y problemas), se aprende siguiendo los mismos principios de aprendizaje, la conducta problemática también podrá ser modificada o eliminada, en base a esos mismos principios.
Los psicólogos analizamos el comportamiento problema para explicar por qué se está manteniendo y hacemos uso de un conjunto de Técnicas Psicológicas (Técnicas de Modificación de Conducta) abaladas por estudios experimentales y basadas en los principios de aprendizaje, con el fin de producir esa modificación o eliminación de los problemas.

¿Qué es un Tratamiento Psicológico?
El Tratamiento Psicológico es el medio a través del cual el psicólogo lleva a cabo junto a la persona que acude a tratamiento, los procedimientos necesarios para modificar y superar los problemas que le traen a terapia. Durante este proceso, la persona adopta un papel activo, siendo el psicólogo sólo un guía que pone sus conocimientos teóricos y técnicos al servicio del cliente, respondiendo siempre a las características del caso. Puesto que no todos hemos tenido las mismas experiencias de aprendizaje, ni a todos se nos han planteado las mismas demandas del entorno, no todos tenemos las mismas habilidades ni los mismos problemas. Por tanto, cada caso es único y debe ser analizado e intervenido atendiendo a esa especificidad.