lunes, 10 de octubre de 2011

Día Mundial de la Salud Mental

 Hoy, 10 de octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental, este año bajo el lema Invirtamos en salud mental”. Como explica la OMS (Organización Mundial de la Salud), el objetivo de estas celebraciones anuales es sensibilizar a la población acerca de los problemas de salud mental. Estos problemas, pese a ser de carácter psicológico, tienen en muchos casos repercusiones físicas y afectan a la salud, al bienestar y a la calidad de vida global del individuo. No obstante, reciben desde hace años mucha menos atención e inversión económica que otro tipo de problemáticas y enfermedades.

Con el lema de este año se busca promover la inversión en servicios de prevención, sensibilización y tratamiento, ya que los recursos económicos y humanos que se asignan a la salud mental están demostrando ser insuficientes, especialmente en los países con recursos escasos. Según cifras de esta organización, la mayoría de los países de ingresos bajos y medios dedican menos del dos por ciento de su presupuesto sanitario a la salud mental. Esto tiene como consecuencia una falta de tratamiento de los trastornos psicológicos y neurológicos.
Según la OMS, los trastornos mentales afectarán a una de cada cuatro personas adultas a lo largo de su vida en todo el mundo. Concretamente en España, entre el 2,5 y el 3% de la población tiene una enfermedad mental grave, (más de un millón de personas). Pese a estas cifras, la mayoría de los países no cuentan con el número de especialista adecuados para intervenir en estos problemas, lo que provoca que sólo una parte de la población tenga acceso a estos servicios, lo que por otro lado, supone una vulneración del derecho de toda persona a recibir asistencia sanitaria y un apoyo social adecuado.
La OMS concluye que hay que aumentar la inversión en salud mental y dirigir los recursos disponibles hacia servicios más eficaces. No obstante, esto implicaría realizar muchos cambios en la organización actual de los Servicios de Salud Mental. En España, la asistencia de este tipo de problemas se proporciona desde los servicios especializados: Los Centros de Salud Mental. A los cuales sólo se puede acceder previo paso y recomendación del médico de Atención Primaria. No obstante, en Atención Primaria no se proporciona ningún tipo de intervención, más allá de alguna medicación, en ciertas ocasiones, lo que es un recurso paliativo, que en la mayoría de ocasiones ayuda, pero no resuelve el problema. De esta manera aquellos que salen de la consulta de AP ya medicados, no tienen la posibilidad de recibir un apoyo de tipo psicológico que les ayude a solventar las dificultades que han ocasionado el problema (a menos que lo busquen fuera de la Sanidad Pública); por otro lado, aquellos que sí logran una derivación, se encuentran con los servicios de Salud Mental totalmente colapsados, con listas de espera de semanas y con la imposibilidad de recibir un tratamiento y seguimiento adecuado.
Esta situación en la especialidad de salud mental obliga a que las intervenciones dentro de este servicio no tengan la calidad y los resultados que deberían tener. A esto se une el hecho de que en este tipo de servicios el número de psicólogos sea muy reducido (claramente superado por el número de psiquiatras). El estatus de la cuestión determina que la mayoría de personas que acuden a estos centros reciban un tratamiento psiquiátrico (una medicación), pese a que en muchas ocasiones su problemática requeriría más bien de una intervención psicológica que ayudase a la persona a adquirir los recursos para afrontar su situación vital (y que esta no se perpetúe). Lo que ocurre es que la intervención psiquiátrica resulta más cómoda y rápida a corto plazo (aunque no a largo plazo, como ha sido demostrado, ya que no solventa la “raíz” de los problemas que llevan a la persona a buscar tratamiento, lo que perpetúa dicho estado y a la larga repercute en mayor gasto para la sanidad.), ya que a la persona se le proporciona una pastilla en función de sus síntomas y al cabo de un tiempo se le cita para revisar la situación. De este modo ya no puede haber queja de falta de intervención, pero el problema radica en que dicha intervención no es la más adecuada.
Recetar una pastilla es mucho más rápido que iniciar una intervención psicológica, que exige en primer lugar una buena evaluación con la persona tanto de lo que le ocurre como de las condiciones de vida que circunscriben el problema y en segundo lugar,  un trabajo activo de la persona con el objetivo de superar su problema. La intervención psicológica parece por todo esto más costosa, pero los datos avalan que ha demostrado ser a la larga más efectiva. Por ejemplo, según el informe presentado hace tres años por el Grupo de Política de Salud Mental del Centro de Actuaciones Económicas de la Escuela de Economía de Londres (The Centre for Economic Performance’s Mental Health Policy Group, London School of Economics), la intervención psicológica debería ofertarse a todas las personas que tienen depresión y ansiedad, dado que es eficaz y preferible frente a la prescripción de fármacos. Tal y como explica este informe, si bien a corto plazo la terapia y el uso de fármacos presentan una eficacia similar, a largo plazo es la terapia psicológica la que ha demostrado que mantiene mejor sus efectos.
Los datos anteriores irían en la línea de que los tratamientos farmacológicos muchas veces ayudan (y por supuesto, pueden ser una buena ayuda al tratamiento psicológico paralelo cuando los problemas son serios y no permiten trabajar únicamente a través de una intervención psicológica), pero por sí mismos, a la larga no solucionarían el problema porque no intervienen en su raíz, lo que contribuye a perpetuar la situación de la persona y a generar descontentos entre la población con el tipo de intervención.
En muchas ocasiones es la propia persona la que llega al Centro de Salud demandando asistencia psicológica y el problema en este caso es que, debido a la falta de psicólogos en el Sistema de Salud Español, (se requiere aprobar una oposición para la que apenas ofertan plazas), no se le puede proporcionar una intervención con la duración, seguimiento y calidad adecuada.
En días como hoy deberíamos reflexionar sobre este problema, y sobre todo, las autoridades pertinentes, deberían plantearse algún cambio, pues a la larga, como los propios datos demuestran, una mejor intervención en los problemas de salud mental radicarían en una reducción del gasto económico en bajas laborales y pensiones de incapacidad, así como en los propios tratamientos farmacológicos tanto psiquiátricos como de otro tipo de problemáticas físicas relacionadas con las problemáticas psicológicas….

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